En el marco de la pandemia internacional por el COVID19, el director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) Manuel Otero y el premio Nobel de Economía 2019, Michael Kremer, evaluaron los retos de América Latina y el Caribe para implementar el combate a la pobreza a través de la agricultura digital.

 

El académico, uno de los ganadores del premio Nobel de Economía en 2019 por sus estudios para combatir y aliviar la pobreza, dijo que el brote de coronavirus desatará una crisis económica que significará para muchas personas un problema de seguridad alimentaria.

 

“En muchos casos, los agricultores no tienen acceso a la información científica más reciente”, dijo el economista en la conversación con Otero, transmitida vía online.,
“El COVID-19 ha creado una crisis sanitaria, pero a largo plazo también una crisis económica y para muchas personas también está produciendo una crisis de seguridad alimentaria. Incluso en medio de esto y las medidas de emergencia que se toman, hay que mirar hacia adelante y encontrar oportunidades para moldear el futuro”, expresó Kremer.
Para ambos, la digitalización es un camino fundamental para apoyar al sector en el contexto de la pandemia actual y para convertir a las zonas rurales en áreas de progreso y generación de empleos.
“Nuestro trabajo es llevar propuestas a los países de América Latina y el Caribe que permitan afrontar los efectos de la pandemia en la agricultura y, al mismo tiempo, reposicionar al sector agropecuario de las Américas como garante de la seguridad alimentaria, generador de empleos y bastión para la recuperación económica”, afirmó Otero.

 

El Premio nobel de Economía de 2019, explicó que la vulnerabilidad en Latinoamérica ante la actual pandemia es desigual en cuanto a que los países no han logrado un desarrollo parejo en las zonas rurales. Explicó que, pese a que hay un progreso significativo en cuanto a producción, muchos países del hemisferio han fallado en alcanzar una amplia adopción del desarrollo tecnológico en áreas rurales.

 

“Un 45% de la población rural regional vive bajo pobreza y un 20% en pobreza extrema, más que todo en propiedades de pequeña escala con bajos niveles de productividad. Hay alrededor de 16 millones de pequeñas propiedades. Tecnología más productiva ya está disponible, sin embargo, no está siendo adoptada”, explicó el economista.

 

Kremer señaló que los agricultores enfrentan barreras en cuanto a créditos y mercados, pero que los servicios de extensión agrícola son una manera de enfrentar esos obstáculos. El uso de teléfonos celulares para la transferencia de tecnología debería jugar un rol central en las estrategias para atender al sector. Esta metodología ha cosechado éxitos en Asia y África para aliviar el hambre.

 

“Debido al COVID-19 es posible que los extensionistas no puedan visitar a los agricultores, pero esto les da la oportunidad de recopilar datos para comprender cómo se ven afectados, interrupciones en el mercado y la cadena de suministro, acceso al crédito, entre otros”, lo que puede ayudar en la formulación de políticas públicas, añadió.

 

“La agricultura móvil es algo que puede ser útil no solo para los agricultores, los gobiernos y los servicios de extensión, sino también para las empresas privadas” y consideró “es ahora el momento para iniciar inversiones en digitalizar los servicios de extensión agraria, que apoyan a los agricultores con investigación científica aplicada y educación”.