Los efectos del coronavirus en el sector agropecuario
La pandemia del Coronavirus puso a la economía mundial frente a una crisis con consecuencias impensadas y hasta ahora incalculables. Las medidas que los distintos países adoptan para combatir el avance del COVID-19 han frenado bruscamente a la economía mundial, que ya venía inestable ante las relaciones entre EE UU y China. Es la primera vez en la historia que millones de personas se quedan en sus hogares, haciendo que esto provoque una brusca caída del consumo y de la producción, llevándola a niveles de economía de guerra.
Según las últimas estimaciones de las principales consultoras internacionales, se espera para este año un crecimiento de apenas un 0,5% de la economía global, con nulo crecimiento en China y una profunda recesión en Europa. En América Latina la situación será mucho más compleja, con una economía que ya se encontraba en recesión, y con muy poco margen de política económica para evitar que las medidas adoptadas para reducir la propagación del virus provoquen una profundización de la crisis.
“Es importante que los países actúen de forma conjunta tanto durante la crisis como en su salida, con un tratamiento especial para los países más vulnerables”, destaca un informe de la Fundación INAI. “Una de las principales tareas que tienen los líderes mundiales es evitar que los flujos comerciales se vean afectados por medidas proteccionistas, porque esto agravará la situación y dificultará la recuperación”, advierte dicho informe.
En este sentido, la actividad en la cadena agroalimentaria debe ser constante e ininterrumpida, tomando las medidas necesarias para proteger la salud de los trabajadores, teniendo en cuenta que ha sido declarada esencial en la mayoría de los países. Como ha ocurrido en otras crisis, ante el temor a la falta de productos y la suba de precios, los países importadores tienden a adelantar y aumentar sus compras, y los exportadores a restringir sus exportaciones, lo que termina provocando la suba de precios que justamente se buscaba anticipar, lo que a su vez resulta en nuevas medidas restrictivas que conducen, finalmente, a una crisis de seguridad alimentaria mundial.
La Fundación INAI repasa diversos estudios que han demostrado que durante los episodios de alta volatilidad y picos de precios de productos agropecuarios en 2007/08 y 2011/12, las políticas adoptadas por los distintos países con el objetivo de protegerse de esta situación tuvieron el efecto contrario, exacerbando los movimientos de las cotizaciones.
Ejemplo de ello es los que pasa actualmente en Rusia y Ucrania donde comenzaron a limitar sus exportaciones con el objetivo de resguardar la oferta interna de alimentos.
América del Sur
Para América del Sur, la CEPAL prevé una caída del 5,2%. Algunos países de esta subregión son muy afectados por la caída de la actividad en China, que es un importante mercado para sus exportaciones de bienes. “América del Sur se verá afectada también por la baja en los precios de los productos básicos”, destaca.
En la mayoría de los países de América de Sur, la caída del PBI sería entre el 5 y 6% . La peor caída de la región sería Venezuela, con una contracción del 18 % por la brusca caída del petróleo.
Los efectos inmediatos del coronavirus en la actividad agropecuaria serán los problemas en la colocación de productos, sobre todo los que dependen de la exportación, y en el mercado interno la situación será dispar. Es de esperar que caigan los precios reales en el mercado interno por la reducción del poder adquisitivo y que caigan los precios internacionales por la caída de demanda y los problemas económicos en el mundo. Sin embargo, por efecto del tipo de cambio y las políticas de estímulo en el resto del mundo, el empeoramiento del mercado interno será mayor al del externo.
Es prioridad hoy instrumentar mecanismos para seguir produciendo y que no haya desabastecimiento y que los gobiernos trabajen para garantizar la continuidad del comercio de sus productos agroalimentarios al mundo e impulse mecanismos de coordinación que eviten que las políticas individuales nos conduzcan a una crisis aún más profunda.
Efectos colaterales inesperados
La caída histórica que sufrió el valor del petróleo, alcanzando cifras negativas sin precedentes, tuvo su impacto negativo en los precios internacionales del maíz, que alcanzaron los niveles más bajos de los últimos 10 años, por la menor demanda de etanol.
Las cotizaciones de maíz cayeron a causa de la fuerte reducción de la demanda en Estados Unidos para la producción de etanol.
El maíz es el insumo necesario para la elaboración de etanol, que reemplaza el consumo de derivados del petróleo. Pero también el petróleo está relacionado con la producción y traslado de granos y oleaginosas a los diferentes centros de comercialización.
Actualmente la industria del etanol atraviesa un proceso de crisis en los Estados Unidos, teniendo en cuenta que más del 90% de la gasolina de dicho país contiene etanol.
Otro dato inesperado, producto de la pandemia del COVID-19, es el precio del trigo, que supero al de la soja. La crisis de demanda global que está generando la pandemia pega mucho más fuerte sobre la oleaginosa que sobre el cereal.
Al no ser un insumo utilizado para la producción de biocombustibles, industria que se encuentra atravesando una profunda crisis a nivel mundial, involucrando a la soja (como también al maíz), el trigo no muestra ninguna flaqueza por el lado de la demanda, que viene creciendo a ritmo lento pero firme año tras año.
Si bien los stocks mundiales de trigo no son bajos, el mercado interpreta la presente situación como riesgosa para el normal abastecimiento, lo cual se relaciona con los incipientes cambios en los patrones de consumo. En algunas sociedades se está viendo también alteraciones en las dietas, con un retroceso en el consumo de carnes (animales alimentados a maíz y soja) y un aumento en cereales como el trigo.
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